Saber cómo pintar el salón es importante, y no es sólo por conseguir un resultado final de calidad si llevamos a cabo esa tarea nosotros mismos, sino también por la elección de colores y los matices y significados que estos aportan.
Hay que tener en cuenta que el salón es una de las estancias más importantes de la casa, donde pasamos buena parte del tiempo y que suele ser el centro de reunión familiar y donde se recibe a las visitas. Que tenga un buen aspecto, por tanto, repercutirá en que todos se sientan cómodos en él.
Desde un punto de vista cromático, no hay que tener miedo de ir más allá de la opción habitual del blanco roto y otros colores neutros.
Estos tonos son populares por múltiples razones: ayudan a ampliar la sensación de espacio en salones de reducido tamaño, son colores suaves que aportan calma y sosiego y resultan muy fáciles de combinar, ya que encajan perfectamente con prácticamente cualquier tipo de mobiliario con independencia del color de éste. Por ello constituyen una base decorativa muy útil, pues nos dota de enorme libertad para complementar la estancia con diferentes estilos de decoración.
Pero frente a esta opción más tradicional se sitúan otras más arriesgadas: los tonos cálidos y los frescos.
Los primeros dan una mayor vida al salón, aunque en su contra juega el hecho de que influencian notablemente la presencia de otros elementos decorativos, por lo que hay que usarlos con cuidado. Eso sí, entre sus ventajas destaca su capacidad para conseguir ambientes envolventes y el encajar perfectamente en salones cuyo mobiliario es principalmente de madera.
Los colores frescos como el verde manzana, el aguamarina o el azul pálido son ideales para salones exteriores cerca de espacios verdes, que reciban mucha luz, como casas de campo, pues con ellos se logra integrar parte de esa naturaleza en el salón. Con ello se consigue un ambiente más animado y alegre, aunque si el salón está muy recargado de muebles es mejor optar por colores neutros y dejar los frescos para otros espacios más despejados.
Una vez elegido el color que mejor se adecúe a nuestras necesidades toca echar mano del rodillo y la brocha. Es el momento de pasar a ejecutar la tarea.
Cómo pintar el salón
Empezaremos por desalojar de la estancia los muebles más pequeños, intentando agrupar en el centro los de mayor tamaño y cubriéndolos con plásticos y sábanas viejas para evitar mancharlos. De igual modo protegeremos el suelo, mientras que los bordes de las puertas y los enchufes se recubrirán con cinta de carrocero.
Si hubiese algún desperfecto en las paredes éste es momento de actuar, ya sea tapando algún agujero o grieta con masilla o aplicando un producto específico en las humedades.
A la hora de pintar se empezará por los bordes del techo ayudándonos con una brocha de buena calidad, para a continuación ir hacia el centro aplicando la pintura con el rodillo. En las paredes se actuará de la misma forma.
Es importante dar la primera mano siempre en un mismo sentido, ya que cuando seque, la segunda se dará de forma perpendicular a esta, de forma que nos aseguremos de no dejar ningún hueco sin pintar.
Una vez esté bien seca la segunda mano, para asegurar un resultado perfecto, es conveniente dar un último repaso para ver si hay algún punto que necesite algo más de pintura.
Saber cómo pintar el salón no sólo puede ahorrarnos un buen dinero en contratar pintores profesionales, sino que nos proporcionará una enorme satisfacción si la elección del color y la ejecución del trabajo resultan acordes a nuestras expectativas y ofrecen un adecuado nivel de calidad.